La Orgía de Enrique Buenaventura fue presentada en los auditorios descentralizados del Centro Cultural Británico. Al término de cada función se realizó un teatro foro con el propósito de encontrar respuesta y diversas opiniones del público asistente con respecto al reflejo de lo visto con nuestra sociedad. Las reacciones fueron positivas y estamos agradecidos por eso. Aquí una muestra:
En la agrietada casucha de “La orgía” las envejecidas promesas asoman como recuerdos grises de épocas mejores. Aquellas vividas alguna vez pero que, al desvanecerse, perduran aún en la memoria como un fugaz escape al presente.
“La orgía”, del dramaturgo colombiano Enrique Buenaventura (1925-2003), recoge esta alegoría pasatista desde la mirada de una anciana. Desde su publicación en 1973, esta obra –una de las más importantes de la dramaturgia de Colombia– no se ha deslucido, sino que reverdece en cada retorno a escena.
Y sucede así con el poético desencanto presentado en el montaje deButaca Teatro de Grupo. Una alerta para descubrir que, a pesar de la nostalgia, el pasado oculta los fracasos irreversibles que explican el presente: el único lugar en el que es posible edificar el futuro.
El rito de los 30
Cada fin de mes una excéntrica anciana (bien interpretada y caracterizada por Lucero Dávila) reúne a un grupo de vagabundos para recrear pasajes de una vida que se resiste a olvidar. Un poco de comida, licor y un mísero pago es el precio suficiente para convencerlos y evocar, en sus delirios, a príncipes, generales, gobernadores y autoridades eclesiales, hoy lejanos.
Tras discutir por dinero con su hijo, un mudo lustrabotas (Miguel Vergara), la mujer recibe a Jacobo (Martín Velásquez) y Pedro (Herbert Corimanya). Luego llegan un general sin una pierna (Ángel Morante) y un irreverente obispo (Katya Castro). Todos ellos sometidos a un extraño rito de representación que sólo transmite nostalgia y soledad.
Y es la atmósfera presente en cada rincón de su escenografía: muebles viejos, un retrato antiguo y un baúl con el vestuario ocasional para sus invitados. La estética de la pobreza, las luces mortecinas que caen sobre el escenario y los rumores de Caminito, un tango escrito en 1926, bastan para comprender que aquellos días felices finalmente se han ido.
Parodia de la vida
“La orgía” es una puesta con un realismo metafórico que sobrecoge. Motivados por el hambre o unas pocas monedas, los mendigos se trasforman en títeres que encarnan a políticos, militares o clérigos, personajes signados por apetitos terrenos y condenables. Este juego de ‘Teatro en el teatro’ se enriquece con elementos de farsa, crueldad y humor negro que aporta Buenaventura.
La dirección de Martín Medina y el trabajo de sus actores son impecables. Sobre esa suma se construye un dinámico montaje que intercala secuencias entre la sensatez y el delirio. Por momentos, la anciana, perdida en sus ensoñaciones, es seguida por los vagabundos, pero, al no conseguir su objetivo, la retornan a la cordura, deleitándonos con estampas de crítica social y decadencia moral muy contemporáneas.
Buenaventura entregó a Latinoamérica un texto vigente, aún cuando fue publicado hace unos cuarenta años. “La orgía” se presentará en dos últimas funciones en el ciclo de Teatro Itinerante que recorre las sedes de la Asociación Cultural Peruano Británica y que nos ha regalado una grata muestra escénica de Colombia y, sobre todo, latinoamericana.
Ficha técnica
“La orgía”, de Enrique Buenaventura.
Dirige: Martín Medina López.
Actúan: Lucero Dávila, Miguel Vergara, Martín Velásquez, Herbert Corimanya, Ángel Morante y Katya Castro.